"Mis chicas tienen 5 años y medio.
Son gemelas MO-BI (monocoriales, biamnióticas), lo que quiere decir que
compartieron una misma placenta pero estaban en dos bolsas diferentes. Ellas
decidieron venir juntas a éste mundo, procedentes de un mismo óvulo, a pesar de
que en nuestra familia no había antecedentes de gemelos (ahora ya sí, jeje).
Siempre han tenido una relación muy especial. Muy conectadas, aunque muy
independientes.
Cuando llegó el momento de
empezar la guardería yo siempre lo tuve claro. ¡Juntas! Eran tan pequeñas… pero
no lloraron un solo día. Felices, jugaban juntas o jugaban separadas, sin
absolutamente ningún problema, se miraban de reojo de tanto en tanto para ver
si la otra seguía ahí y eso les daba mucha seguridad. El segundo año de guardería
nos propusieron separarlas. Puse el grito en el cielo y nos lo respetaron.
¡Eran tan pequeñas! Y estaban tan contentas de ir juntas a clase. ¿Por qué
hacerlas sufrir?
El problema llegó cuando fuimos a
apuntarlas a infantil. El día de puertas abiertas, la contestación que me llevé
ante mi pregunta de cuál era la política de escolarización en caso de gemelos
fue: ¡aquí separamos hasta a los primos! Y eso en un colegio que en teoría es
“por proyectos” y muy “abierto a colaborar con los padres”.
Así que empecé a informarme,
contacté con mis amigas de criando múltiples, con Meritxell que en aquellos
momentos estaba en plena lucha, y recabé todo lo relacionado con escolarización
de gemelos que llegó a mi alcance.
Me reuní con el director varias
veces, le presenté todos los estudios, documentos, testimonios, todo lo que se
me ocurrió para convencerle… pero era como topar con un muro. Son las normas internas. Son las normas
internas. Son las normas internas. Lo repetía como un mantra… Yo estaba
embarazada de mi cuarto hijo y muy cansada…
Así que después de contactar con
inspección educativa y que me respondieran que la potestad de decidir era del
centro, y como me prometieron que mantendrían una política “abierta”, de
dejarlas ir a verse… de dejar las terracitas comunicadas (las clases eran
contiguas) me dejé convencer. Al fin y al cabo, eran profesionales, ¿no?
El primer día cuando fui a buscar
a las niñas, A. (con sus 3 años recién cumplidos) me dijo: I. se ha escondido pero no he conseguido encontrarla. La he buscado
por todas partes. Todavía lloro cuando me acuerdo… La pobre niña no
comprendía por qué su hermana no estaba con ella y la había estado buscando sin
éxito.
A partir de ahí todo fue cuesta
abajo. A. siempre jugando sola e I., que siempre había sido tan independiente,
frente a la “pérdida” de su hermana, se pegó como una lapa a otra niña y asumió
el papel de sumisa. Así todo P3.
P4 fue aún peor. Porque, sin
tener en cuenta nuestra situación, pusieron las clases lo más separadas
posible, cada una en un pasillo diferente, por lo que ya no compartían las
terracitas. A. pasó el año como pudo… suerte que se llevaba genial con su
maestra y conectaba muy bien con ella… y que, tras reuniones con ambas maestras
éstas permitían que fueran a verse de tanto en tanto. I. seguía completamente
sumisa a la otra niña.
Los boletines de notas reflejaban
a niñas que no conocíamos de nada. Que no cantaban en clase de música (y en
casa no paraban de cantar). Que no se sabían las canciones de clase de inglés
(cuando en casa las cantaban de cabo a rabo). Que no hablaban (y en casa no
paraban). Que no participaban. Que no contestaban si les preguntabas algo… y
podría seguir…
En P5 ya fue la hecatombe. A A.
le cambiaron la maestra, que era la única figura de apego que tenía en el
colegio e hizo un enorme paso atrás. Volvió a hacerse pis encima de día y de
noche. No quería ni pintar o cuando pintaba, siempre pintaba lo mismo: ella y
su hermana corriendo la una hacia los brazos de la otra, pero sin llegar nunca
a abrazarse. ¡Se me partía el alma de verla! No quería hacer nada. Jugando sola
y absorta por los rincones… Triste, no quería ir al colegio.
Reuniones y más reuniones con las
maestras (que decidieron dejarlas ir juntas a psicomotricidad, a desayunar de
tanto en tanto, algunas visitas, algunos “rincones compartidos”… todo parches y
más parches), con las pedagogas, con las psicólogas… Todo para nada. “Que
estaban estudiando el caso” nos repetían sin cesar. Nos daban consejos para
conseguir más “independencia” en las niñas, cuando las niñas lo que necesitaban
era que las dejaran estar juntas y tranquilas.
Y a mí que se me partía el
corazón cada vez que dejaba a A. en la puerta de su clase llorando… o con esa
mirada de tristeza y derrota… Yo les había prometido que lo conseguiría… y
parecía que cada vez estaba más lejos de conseguirlo.
Se acercaba el momento de
comenzar primaria… otro cambio de clase, de maestra, de patio, de ciclo… me
dolía el corazón de pensar en cómo lo afrontarían las dos por separado. Seguían las reuniones en las que no
llegábamos a ningún sitio.
Hasta que un día me harté.
Estábamos reunidos mi marido y yo con ambas maestras de las niñas y la
psicopedagoga del centro. Las niñas estaban jugando en el patio. Volvíamos a
hablar de lo mismo… yo me veía otra vez saliendo de allí tal como habíamos
entrado; sin conseguir nada.
Así que tiré mi “filtro de
barbaridades” a una esquina, me “solté la lengua” y empecé a soltar verdades
como puños y di el puñetazo en la mesa (no literalmente… aunque ganas no me
faltaron). Cuanto más me decía mi marido que me tranquilizara, más furiosa me
ponía y saqué fuera de mí todo aquello que había estado callándome durante casi
3 años. Me fui de aquella reunión llorando a mares, soltando tacos y repitiendo
a aquellas que aún seguían intentando convencerme que ¡no quería hablar más con
ellas!
Cuando llegué a casa me había
quitado una tonelada de peso de encima. Probablemente ahora pensarían que era
una loca histérica, pero me daba igual. Por fin había defendido a mis niñas
como se merecían…
Al cabo de pocos días mi marido
me dijo que la directora del centro nos había citado para una reunión (hacía
meses que intentábamos conseguir una cita, ¿qué curioso, verdad?). Le dije que
podía ir él… yo ya estaba tan harta… Lo último que me esperaba era que el
motivo de la reunión fuera para comunicarnos que irían juntas en primero y en
segundo!!!
Aún me emociono cuando lo pienso.
Y cuando se lo conté a las niñas. ¡Se pusieron tan contentas! La foto de arriba
es por la tarde, celebrándolo con un pastel de manzana. Esa foto lo dice todo.
Esa foto hace que todo el
sufrimiento, todas las reuniones, todo el esfuerzo… haya merecido la pena. Al
final… a las malas, pero en el colegio decidieron escucharnos.
Así que quiero deciros a todos y
a todas desde éste maravilloso blog que no dejéis de luchar, nunca os
conforméis y que si la diplomacia no funciona, no dudéis en sacar las garras…
la felicidad de nuestros hijos lo vale todo"
Gracias Cristina, estoy segura que este ejemplo servirá a muchos papás y mamás para que no tiren la toalla.
Un abrazo a todos,
Meritxell Palou
Es tan triste proponer ideas por el bien de los niños, razonando, argumentando, no por capricho, sino porque es de sentido común, pequeños cambios que no costarían gran esfuerzo al centro...y que se cierren en banda, que piensen que invadimos su terreno, que "lo hacemos por fastidiar", que se ofendan cuando lo que se dice siempre es educadamente. Las dichosas normas sin sentido, el no querer evolucionar (no hablamos de revolución, sino de evolución, como todo en esta vida), el querer que se hagan independientes a la fuerza y negándoles la independencia en otros casos... Me alegro tanto por estas niñas y su familia, pero el haber tenido que esperar 3 años para ello, para luego aceptar las evidencias, ¿qué problema había por juntarlas? Que pueda servir para futuros alumnos...
ResponderEliminarMe está pasando lo mismo, los míos tienen 3 años y uno de ellos está aislado, me dicen que tiene un problema psicológico, cuando el único problema es que no está con su hermano...
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarCómo están hoy estas niñas?
Ay lo que estoy llorando leyendo todo. A nosotros también nos los han separado y hoy empezaban pero no he podido dejarlos, no puedo dejar que quepa la posibilidad de que puedan sufrir sin que les den la oportunidad de estar juntos. Que desesperación
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